Este artículo pertenece al profesor Jorge Roig (publicado en su página de facebook en marzo de 2016).

Más allá del título, considero interesante saber de dónde viene lo de «el peso ideal».

  • Valoración del Peso Corporal y del Tejido Graso
  • La balanza y el IMC. Dos herramientas claves para distanciarnos de la ciencia y acercarnos al error.

Aun se ve  demasiada gente darle una importancia superlativa al peso corporal (PC), algo que pareciera haberse instalado para quedarse por décadas a pesar de los avances del conocimiento en este aspecto.

Es interesante el hecho de que al PC se lo ha clasificado como bajo, normal o elevado según la altura que se posee, manteniéndose aun estoico ese mensaje y saliendo de boca de no pocos profesionales de la salud. Algunos incluso todavía siguen utilizando el índice de Broca (1871), todo un desatino para estos tiempos. Solo para recordar, este índice considera como peso óptimo aquel que surge de restarle a la altura en centímetros el valor de 100. Así, para quien mide 170cm, su PC debiera ser de 70kg para considerarlo adecuado.

Quizás algo que ha contribuido para mantener al numerito de la balanza como un referente de delgadez, sobrepeso u obesidad, haya sido los trabajos antropométricos del estadístico belga Quetelet en el siglo XIX, los que terminaron definiendo el índice que lleva su nombre y conocido como índice de masa corporal (IMC) o body mass index (BMI). Como bien se sabe, este se calcula dividiendo el PC de la persona por la altura de ella formulada en metros y elevada al cuadrado. Así y para el ejemplo, si alguien pesa 90kg y mide 1,80mts, su IMC da 27,7 (90/ 1,80^2), lo que expresa que el sujeto en cuestión posee 27,7kg por m2 de superficie corporal.

Numerosísimos vínculos de estados de salud o de enfermedad se han efectuado según el IMC, pero no menos cierto es que se aportaron trabajos que dan muestras del error que ha conducido a muchos a la toma de decisiones equivocadas al guiarse por este índice. Varios reportes se han hecho, por ejemplo, desde el estudio de poblaciones asiáticas cotejadas con las de occidente, comparando el IMC entre ambas. Estos dieron evidencia que entre los primeros se aprecia una mayor cantidad de grasa corporal para un índice dado (Lee K, et al. Percent body fat cutoff values for classifying overweight and obesity recommended by the International Obesity Task Force (IOTF) in Korean children. Asia Pac J Clin Nutr 2007).

Resulta oportuno traer acá otra investigación desarrollada más recientemente por Kelly y colegas, quienes observaron que el PGC fue menor entre los asiáticos que entre los occidentales cuando se consideró por edad y género (Kelly TL, et al. Dual energy X-Ray absorptiometry body composition reference values from NHANES. PLoS One 2009). Si bien podría decirse que ambos trabajos hasta se oponen en sus conclusiones, no menos cierto es que siguen afirmando la poca fiabilidad que presenta tanto el IMC como la ponderación del PC a los fines de definir salud o enfermedad, magreza u obesidad.

El presente escrito en verdad no pretende mostrar la poca confiabilidad que puede tener el guiarse por dicho índice en demasiadas situaciones. Sobre ello ya hay suficiente información. Sí veo interesante abordar ciertas observaciones que se han hecho recientemente y que no solo brindan un fuerte apoyo a quienes demuestran la imprudencia de guiarse por el IMC, sino que también dan consistencia con investigaciones que a más de uno seguramente dejará muy mal colocado a la hora de seguir estableciendo los criterios de delgadez u obesidad a partir de la utilización del referido índice o la balanza.

Si hay algo que no me ofrece dudas al análisis es que el PC, visto en el contexto de salud, se apoya principalmente en dos tejidos, el muscular y el graso, posibles de ser modificados en tamaño por la alimentación y por el estilo de vida que se lleve, y ello con posibilidades de acontecer a lo largo de toda la vida.

Un hecho que pareciera poco advertido es que aumentando uno de esos compartimientos y disminuyendo el otro en la misma dimensión, el PC no sufrirá variaciones, pero sin embargo puede acercar a una persona a una condición mayor de delgadez o de obesidad. Así, mantener el mismo PC durante mucho tiempo sin variaciones en la balanza puede expresar estados de buena cantidad de masa muscular y baja grasa, hasta la condición exactamente opuesta a lo largo de un determinado período de tiempo. Sin embargo solo se ha valorado el peso y sus cambios durante todo este tiempo, pero poco y nada sus tejidos potencialmente aptos para sufrir modificaciones cuantitativas en este territorio analizado.

En los últimos años se viene sosteniendo que más útil que el IMC es considerar el porcentaje de grasa corporal (PGC) que la persona posee, la que en la actualidad puede medirse de diferentes formas (Ho-Pham L et al. Relationship between Body Mass Index and Percent Body Fat in Vietnamese: Implications for the Diagnosis of Obesity. PLoS ONE 2015). En este aspecto, en un muy reciente trabajo de Padwal y colegas en donde se hizo un seguimiento de más de 54 mil personas de ambos sexos, aquellos que tuvieron un IMC bajo (supuestamente “saludable”) con un alto PGC fueron los que se asociaron con mayor mortalidad (Padwal R et al Relationship Among Body Fat Percentage, Body Mass Index, and All-Cause Mortality: A Cohort Study. Ann Intern Med. 2016).

Estas conclusiones tiene algunos aspectos relevantes como para tener en consideración. Así por caso, 1) poseer un IMC bajo pero donde la grasa corporal es elevada, pone en evidencia una reducida masa muscular obligadamente. A pesar de que el estudio de marras no considera el siguiente análisis, entra perfectamente en el plano de las especulaciones 2) ponderar el protagonismo que pueda tener esa condición de sarcopenia asociada al excedente graso de cara a la salud y calidad de vida.

Sea como fuere, hay al presente varios estudios que comienzan a afirmar no ya la dudosa credibilidad que se le puede dar al PC, también y muy especialmente a la irrelevancia del IMC en el concepto de delgadez, normalidad (?) o exceso graso, ya que al igual que el PC, él no considera las fracciones corporales que tienen una decisiva incidencia en la valoración del estado del sujeto. Esto último, muy especialmente, porque como dije antes, tanto la grasa como el músculo son variables de ajuste que responden a la alimentación y al ejercicio físico, y bajo esas condiciones tienen la posibilidad de modificarse cuantitativamente aun manteniéndose el peso corporal sin modificaciones.

Me surge decir, finalmente acá, que suena hasta “de mala praxis” oír demasiadas veces de boca de profesionales la sugerencia de “bajar o aumentar de peso” sin más aclaración. Lo que debiera preocuparnos siempre de informar es que si hubiera que aumentar, es el peso muscular y si tiene que perderse, que sea el tejido adiposo y no el músculo como normalmente ocurre con dieta sola o con dieta y actividad física mal indicada. Porque lo que está en juego no es el número que nos ponga feliz o triste mirando la balanza sino el que nos muestre que desciende lo que sobra y se mantiene o se incrementa lo que garantiza salud.
Para reflexionar…